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Discworld 2 (MundoDisco 2)
Autor: Ryo Suzuki
Fecha: 22 Junio 2014, 01:59 PM
Categoría: Saturn
Tipo: Recurso
Nombre del artículo: Discworld 2 (MundoDisco 2)
Descripción: ¿Guía Presuntamente Desaparecida?
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Prólogo: La Muerte Tenía un Precio


Graves sucesos estaban teniendo lugar en MundoDisco, el apacible planeta
plano que vagaba por el universo a lomos de la gigantesca tortuga Gran
A’Tuin. La Muerte parecía haber desaparecido de repente y desde hacía varias
semanas todas las personas que se morían seguían vagando por el planeta al
no venir nadie a recoger sus almas. Aunque a primera vista esto pudiera
parecer una gran novedad agradable, el planeta MundoDisco corría el riesgo
de abarrotarse de muertos vivientes frustrados por no poder disfrutar de un
buen merecido descanso.

La fiesta celebrada en honor del fallecimiento del venerado mago Windle
Poons, patriarca de la Universidad Invisible, fue el lugar y el momento
donde la paciencia del Archicanciller rebosó todos los límites. Había que
poner fin a esta situación tan desagradable y la única manera de hacerlo era
invocar a La Muerte para que explicara las razones de su desaparición, e
intentar convencerla de que debía volver al trabajo.

La ceremonia necesaria para invocar a La Muerte recibía el curioso nombre de
Rito del PreguntaEnte y para realizarla eran necesarios sólo dos sencillos
elementos, tres palos de madera iguales y 4 centímetros cúbicos de sangre de
ratón, más otros tres componentes de naturaleza básicamente decorativa, como
velas goteando cera, destellos brillantes y olor a sepulcro.



Acto I: El Rito


Rincewind entró en la Instalación de Alta Energía de la Universidad
Invisible y cogió un imán, un tubo de ensayo y un fuelle, y con ayuda del
imán consiguió apoderarse de las botas del duende que estaba sentado en la
caja de pájaros del jardín.

A continuación, se dirigió a la tienda de Ankh-Morpork donde encontró un
flamenco, un pez disecado y una barra de incienso. Al fijarse en las velas
situadas sobre una estantería preguntó sobre ellas a la dueña de la tienda,
para intentar comprarlas, pero la anciana le explicó que se trataban de
copias falsas en escayola y que si deseaba velas de verdad ella misma podría
fabricarlas con los materiales necesarios. Rincewind visitó la plaza de la
ciudad y allí se encontró con Escurridizo y la lechera, dos viejos conocidos
de anteriores aventuras. Hablando sarcásticamente con Escurridizo, nuestro
amigo consiguió un folleto de cine y un montón de palomitas de maíz.

Los barrios bajos de la ciudad eran conocidos popularmente como las
“Sombras”. Después de encontrar una sierra y una olla cerca de un grupo de
mendigos, Rincewind bajó al mortuorio y encontró una bruja tendida sobre una
losa. Nuestro amigo examinó la bruja para descubrir que su nombre era Yaya
Ceravieja, y antes de abandonar el lugar recogió un cuchillo.

La señorita Cake era una rolliza adivina que vivía en una casa situada en
uno de los extremos de las Sombras. Rincewind cogió las tijeras, las enaguas
del maniquí y la tabla de planchar que encontró en el interior de un
armario, y cortó uno de los brazos del maniquí con ayuda de la sierra.

Nuestro mago se fijó en una botella que parecía contener un genio en su
interior e intentó preguntar a la señorita Cake sobre ella, pero la adivina
tenía conectada su capacidad de clarividencia y para que accediera a
desconectarla, Rincewind tuvo que dirigir con mucho tacto la conversación,
siguiendo la secuencia sarcasmo, preguntar, reflexionar y sonreír. Sólo así
pudo mencionar la botella con el genio, momento en que la adivina explicó
que solamente se desprendería de la botella a cambio de un auténtico
ectoplasma.

Rincewind se dirigió al Gremio de los Bufones y habló con el bufón fantasma.
A continuación recogió una bocina y un ladrillo, y convenció al fantasma
para que se introdujera en el mismo. Rincewind bajó a las alcantarillas por
el agujero del suelo y luego torció a la izquierda, hasta llegar a un lugar
colocado exactamente debajo de la plaza de la ciudad, donde utilizó
hábilmente el fuelle en la rejilla para levantar el vestido de la lechera y
conseguir un buen montón de polvo brillante, uno de los elementos necesarios
para el rito.

Nuestro amigo regresó a la Instalación de Alta Energía de la Universidad y
consiguió el ectoplasma que necesitaba lanzando el ladrillo contra el
acelerador. Ahora era el momento de dar el ectoplasma a la señorita Cake
para conseguir a cambio la botella con el genio, meter las botas del enano
en la botella y utilizarla para encerrar dentro el olor nauseabundo que
despedía uno de los mendigos de las Sombras.

En una de las plazas de las Sombras había una taberna especializada en
hamburguesas de ratón, regentado por un enano llamado Gimlet. Rincewind
cogió el chile en polvo, examinó el menú y habló con el tabernero para
conseguir una de las famosas hamburguesas.

Nuestro amigo entró en el pub “La Cabeza del Troll”, y allí conoció a un
curioso personaje llamado Casanunda que hablaba de sí mismo como el segundo
mejor amante del mundo.

Rincewind conversó con el hombrecillo para interesarse por su escalera, y
cuando Casanunda explicó que solamente la daría a cambio de información
sobre una mujer verdaderamente interesante, nuestro amigo le habló de la
bruja Ceravieja y el gran conquistador abandonó corriendo la taberna.

Antes de marcharse el mago, Rincewind cogió la escalera, habló con el troll
barman para conseguir una jarra de cerveza y recogió una caja de cerillas.

Rincewind decidió hacer una visita al puerto. Allí cortó la red con el
cuchillo, cogió el tiburón martillo y consiguió atraer al pájaro con ayuda
del pez disecado. A continuación, regresó al jardín de la Universidad, roció
las palomitas de maíz con cerveza y atrapó al gallo con las palomitas. Tenía
que hacerse con los mazos que los miembros de la Universidad utilizaban para
el cricket y para ello cambió cada uno de los mazos por el objeto adecuado:
el mazo del bibliotecario por el pájaro del puerto, el mazo del decano por
el flamenco y el mazo del tesorero por el tiburón martillo. Ya que estaba en
el jardín, Rincewind decidió acercarse a las colmenas.

En primer lugar consiguió deshacerse del apicultor mostrándole el folleto de
Escurridizo y, a continuación, derramó el chile en polvo sobre las flores
para excitar a las abejas. Luego se colocó las enaguas para protegerse de
las picaduras, encendió el incienso con las cerillas e hizo huir a las
abejas con el humo del incienso. Finalmente llenó la olla con miel y recogió
con sus manos un montón de cera de la colmena. Rincewind entregó la cera a
la anciana de la tienda, la cual cumplió su promesa y le fabricó unas velas.

Ya solo faltaba la sangre de ratón. Rincewind consiguió despertar al gallo
haciéndole beber con la lata con café de los mendigos, entró de nuevo en el
pub e hizo cantar al gallo para hacer creer al vampiro que estaba a punto de
amanecer. Mientras el vampiro regresaba a su ataúd Rincewind se dirigió al
cementerio, recogió el pico, entró en la cripta y alcanzó el ataúd del
vampiro con ayuda de la escalera. Nuestro amigo no pretendía despertar al
vampiro sino simplemente coger sus dientes falsos, utilizarlos para morder
al ratón y guardar la sangre en el tubo de ensayo.

El final de la búsqueda ya había llegado. Rincewind se reunió con el
Archicanciller en el comedor de la Universidad y le entregó todos los
objetos que le había pedido: los mazos –los tres palos de madera iguales–,
el tubo de ensayo con la sangre de ratón, las velas goteando, la botella con
el olor apestoso y el polvo brillante.


Acto II: Ven a morir conmigo


LA MUERTE SE VA DE VACACIONES
El rito fue ejecutado con éxito y La Muerte acudió a la llamada. Pero para
sorpresa del Archicanciller La Muerte declaró que estaba cansada de su
trabajo y que había decidido pasar una larga temporada de vacaciones,
desapareciendo antes de que nadie le pudiera hacer más preguntas. Como todos
podréis imaginar, Rincewind recibió el encargo de averiguar el lugar donde
La Muerte pasaba sus vacaciones e ir a buscarla.

Rincewind comenzó sus pesquisas en las alcantarillas, donde utilizó el pico
para conseguir un trozo de hielo en el almacén de cerdos futuros. A
continuación se dirigió a las Sombras y habló con el recogedor de muertos
para intentar que le llevara al lugar donde eran enviados todos los cuerpos
sin vida, ya que supuestamente ese sería el sitio donde La Muerte estaría
pasando sus vacaciones. Pero el recogedor explicó que sólo podía cargar con
las personas que tuvieran el correspondiente certificado de defunción.

La única persona que podía proporcionarle el certificado era el sepulturero
que, precisamente, estaba trabajando con el cadáver de Yaya Ceravieja en el
mortuorio. Rincewind habló con él para descubrir los requisitos que debía
tener un cuerpo para ser declarado oficialmente muerto y se preparó para
engañarle. Para ello, cogió el espejo, lo calentó sobre el mechero bunsen y
lo volvió a dejar en el mismo lugar. A continuación, se tumbó en la losa, se
colocó el brazo del maniquí, se introdujo el hielo y llamó al sepulturero,
el cual reconoció que Rincewind presentaba los tres síntomas inequívocos de
la muerte y le entregó el certificado de defunción.

Nuestro amigo mostró el certificado al recogedor de muertos, el cual accedió
a conducirle a bordo del barco que le llevaría a la tierra Cuatro Equis, el
lugar elegido por La Muerte para sus vacaciones. Nuestro amigo intentó
convencer a La Muerte para que volviera a su trabajo y acabara con el caos
producido por las almas sin recoger en MundoDisco, pero la Muerte afirmó
estar harta de su mala fama y dijo que solamente regresaría si Rincewind
conseguía convertirla en alguien realmente popular.

Y la mejor manera de conseguirlo, tal como sugirió Escurridizo, era
convertir a La Muerte en una estrella de cine, haciéndola protagonista de
una película taquillera. Pero para garantizar el éxito de la película había
tres elementos que no se podían descuidar: una chica con evidentes encantos
físicos, una canción pegadiza y unos cuantos chismes para alimentar la
curiosidad del público.

HA NACIDO UNA ESTRELLA
Rincewind comenzó la búsqueda de los ingredientes necesarios para la
película en Djelibeybi, una pequeña ciudad costera situada al borde del
desierto. Allí habló con el vendedor para conseguir un camello, y con ayuda
del animal consiguió alcanzar una colina situada en el interior del
desierto, donde encontró varios esqueletos atados a unos árboles. Al hablar
con Hueso Ocioso, uno de los esqueletos, Rincewind descubrió que se trataba
del grupo musical ideal para interpretar la banda sonora de la película, y
se hizo con sus servicios desatándolos con ayuda del cuchillo.

Nuestro amigo entró en una de las pirámides, donde encontró un frasco de
pegamento, cortó las vendas de la momia con las tijeras y utilizó las vendas
para envolver el brazo de madera del maniquí que tenía. Finalmente se
dirigió al oasis, y allí consiguió engañar a los dos buitres y apoderarse un
brazo podrido, cambiándolo por el brazo vendado. El brazo podrido no tenía
buen aspecto, pero Rincewind encontró en uno de sus dedos un precioso
anillo.

Rincewind regresó a Cuatro Equis, la playa donde La Muerte había pasado sus
vacaciones, y se fijó en los objetos que un extraño nativo tenía a la venta
en su pequeña tienda. Después de examinarlos, y hablar con el nativo,
nuestro amigo consiguió un palo con forma de boomerang y una cesta de
pícnic.

Holy Wood era la Meca del cine, el lugar donde se filmaban y producían las
películas que luego se proyectaban en todos los cines de MundoDisco.
Rincewind entró en la habitación del vestuario, se fijó en un disfraz de
caballo y habló con el enano que estaba a cargo del vestuario para
interesarse sobre el disfraz, consiguiéndolo a cambio del anillo.

Nuestro amigo salió de la habitación, recogió tanto el peso como el cartel
con el número diez colocado sobre el buzón de correos y, finalmente, colocó
el cartel sobre el peso para que pareciera que no pesaba una, sino diez
toneladas. Luego entró en la sala de maquillaje y encontró a una joven
desesperada porque no conseguía encontrar el maquillaje adecuado para La
Muerte. La chica explicó que necesitaba un buen material de referencia, como
una foto de la reina de los elfos, y Rincewind se ofreció a conseguirla.

Antes de abandonar los estudios nuestro amigo se acercó al domador de
duendes, cogió una cámara de fotos y preguntó al domador si podría prestarle
un duende pero, por desgracia, uno de los pequeños diablillos no se dejó
atrapar y se escondió en uno de los decorados. Nuestro amigo pintó el
boomerang con ayuda de uno de los botes de pintura y lo arrojó contra el
decorado, para atrapar al duende que se había escondido allí, introduciendo
el duende en la cámara.

Ahora podía ser un buen momento para tomar de nuevo el barco y regresar a
Ankh-Morpork, en concreto al comedor de la Universidad donde Rincewind pidió
al bibliotecario ayuda para usar el disfraz de caballo. Luego llenó la cesta
de pícnic con la comida que había sobre la mesa y cogió los aros de cricket
situados en el jardín.

Nuestro amigo volvió a Djelibeybi, cruzó el puente de madera que conducía al
pueblo y entró en la primera casa, la del arquitecto, donde encontró un
cartel con los planos de una pirámide. Luego se dirigió al centro del pueblo
y se puso a hablar con Uri Djeller, el extraño personaje que levitaba sobre
una alfombra, el cual le ayudó a estirar los aros de cricket, para así poder
convertirlos en alambres, y le explicó que existía un gran filósofo en el
desierto que podría proporcionarle la canción pegadiza que necesitaba para
la banda sonora de la película.

En el mismo lugar un grueso hombre vendía todo tipo de objetos. Rincewind se
fijó en una gigantesca roca de azúcar e intentó comprarla, pero un grupo de
mujeres enfurecidas se apoderó de ella sin que nuestro amigo pudiera hacer
nada por impedirlo. Antes de marcharse Rincewind llegó al extremo del pueblo
y cogió un poste que estaba clavado en el suelo.

El filósofo del que había hablado Uri Djeller vivía realmente sobre una
rueda de carro en el centro del desierto. Rincewind le pidió que le
escribiera una canción pegadiza para su película, pero el sabio, un
individuo bastante chiflado y rarito que se llamaba S. T. Ungalara respondió
que solamente lo haría si antes nuestro gran mago le explicaba la respuesta
al porqué de todas las cosas que existían en el Universo.

Con un nuevo encargo en su ya larga lista Rincewind regresó al jardín de la
Universidad y colocó el poste en el montón de abono para atrapar a la
sufragista, una curiosa joven que reclamaba el derecho de las mujeres a
contar chistes malos al igual que los hombres. Luego encontró a Casanunda en
el mortuorio junto a su amada bruja Ceravieja y, hablando con él, consiguió
convencerle para que se marchara a Djelibeybi, momento que aprovechó para
hablar con la bruja y averiguar dónde se encontraba el bosque de los elfos.
Finalmente Rincewind visitó el puerto, colocó el falso peso de diez
toneladas en el gancho y lo empujó contra el almacén de novedades para abrir
un boquete en el muro y conseguir un hermoso souvenir de Ankh-Morpork que,
sin duda alguna, serviría como novedad para promocionar la película
protagonizada por La Muerte.

Rincewind regresó a Djelibeybi y colocó la sufragista atada al poste en el
agujero donde antes estaba el poste vacío, momento en el que las mujeres que
habían comprado la roca de azúcar aparecieron furiosas y comenzaron a
lapidar a nuestro amigo. Pero el esfuerzo mereció la pena, ya que Rincewind
consiguió recuperar la gigantesca roca de azúcar y se apoderó también de la
cuerda abandonada por la sufragista en su huida.

Luego, siguió caminado hacia la derecha hasta encontrar un troll que
vigilaba una puerta y le ofreció la roca de azúcar, pero el goloso troll se
rompió un diente al comérsela. Rincewind intentó abrir sin éxito la puerta y
luego habló con el troll para pedirle la llave, momento en el que nuestro
amigo abrió la puerta con la llave y ató la cuerda al troll para arrancarle
el diente que le dolía. Luego atravesó la puerta y se encontró con la
hermosa lechera, a la que consiguió convencer para que trabajara en la
película de La Muerte regalándole el diente del troll, que resultó ser un
diamante de gran valor.

Rincewind volvió a Cuatro Equis, colocó la cesta de pícnic llena de comida
sobre el hormiguero, para atrapar un buen montón de hormigas, y regresó a la
playa. Allí cortó la tabla de planchar con la sierra, colocó pegamento sobre
la tabla y finalmente se puso a hacer surf sobre las olas. Al tener los pies
pegados a la tabla, Rincewind resistió la feroz embestida de las olas y
consiguió llegar a una gran cueva, donde encontró unas curiosas pinturas
rupestres que fotografió con la cámara que tenía.

Uno de los pocos sitios que Rincewind no había visitado era el bosque de los
elfos. Yaya Ceravieja le había explicado que los elfos sólo permitían entrar
en su reino a criaturas sobrenaturales, así que Rincewind tuvo la idea de
confeccionar un disfraz de unicornio que no despertara sospechas. Introdujo
la cámara en uno de sus bolsillos dejando previamente el monedero en el
equipaje para, acto seguido, colocar pegamento a la bocina, colocándola
sobre el disfraz de caballo para que imitara un cuerno. Luego pidió al
bibliotecario que se metiera en el disfraz, introdujo el mismo en su otro
bolsillo y, finalmente, entró en el círculo de los elfos, se puso el disfraz
y llegó al castillo, donde no tuvo ninguna dificultad para sacar una foto a
la reina de los elfos.

De regreso a Ankh-Morpork nuestro amigo entró en la Instalación de Alta
Energía de la Universidad y decidió buscar las respuestas a las preguntas
del filósofo en una computadora llamada Hex.

Lo primero que tenía que hacer era reponer los bugs que habían huido cuando
cogió el tubo de ensayo, y para ello dejó en el suelo la cesta de pícnic
llena de hormigas y trazó un camino de miel para que las hormigas llegaran
hasta la computadora. Luego construyó una pirámide con los alambres
siguiendo las indicaciones de los planos del arquitecto, la colocó sobre Hex
y pidió a SkaZZ, uno de los jóvenes magos de la Universidad, que pusiera en
marcha a Hex para que la computadora produjera un papel con un breve texto
que contenía todos los datos que poseía sobre el porqué del Universo. El
papel pareció satisfacer al filósofo del desierto, el cual entregó a
Rincewind la canción pegadiza que necesitaba para la película.

EN LAS MEJORES SALAS DE MUNDODISCO
Con todos los objetos necesarios en su poder, Rincewind regresó a Holy Wood,
entregó a la maquilladora las fotos de la reina de los elfos que necesitaba
como modelo para maquillar a La Muerte y, finalmente, entregó a Escurridizo,
que se había ofrecido para dirigir la película y le estaba esperando en el
plató, la banda de músicos, la canción pegadiza, la novedad y la lechera.

El rodaje se puso en marcha y La Muerte parecía estar muy a gusto en su
papel, pero en cierto momento de la película La Muerte se negó a seguir
rodando ella misma las escenas peligrosas, y exigió un especialista que las
hiciera en su lugar.

Para conseguir al especialista nadie mejor que un muerto y, para ello,
Rincewind se dirigió a las Sombras. Cerca de la casa de la señorita Cake
encontró otra casa en la que se celebraba una reunión de muertos a la que
pudo acceder mostrando el certificado de defunción. Dentro encontró una
oveja en el interior de un armario e intentó convencerla para que trabajara
de especialista en la película. Cuando la oveja espetó que la única forma de
triunfa en el cine en MundoDisco era ser extranjero Rincewind le mostró las
fotos sacadas de la cueva, demostrando de ese modo que la susodicha oveja
había tenido antepasados extranjeros.

La película pudo ser terminada y llegó el momento del estreno en el cine más
importante de Ankh-Morpork. Pero el público reaccionó muy mal al terminar la
película y Rincewind, que estaba en la sala de proyección, tuvo una
brillante idea para salvarla, consistente en introducir breves imágenes de
la hermosa reina de los elfos para que se fijaran de forma subliminal en los
espectadores.

Para ello sacó la película del proyector, la colocó sobre el vehículo de
montaje, utilizó las fotos de la reina de los elfos en el dispositivo y,
finalmente, volvió a colocar la película en el proyector.

Acto III: El Inexorable Rincewind


La película fue un éxito, tal vez incluso demasiado. La Muerte se convirtió
en una estrella adorada por miles de seguidores y, encantada de ser un héroe
de masas, decidió romper la promesa hecha a Rincewind y se negó en redondo a
volver a su antiguo trabajo. La única solución al problema estaba en que el
propio Rincewind visitara la casa de La Muerte a lomos de su caballo y
aprendiera todos los trucos necesarios para segar almas y realizar las
labores que La Muerte había hecho hasta entonces.

La Muerte había construido su casa sobre las nubes más altas de MundoDisco y
la había rodeado de un establo para Binky, su querido caballo blanco, un
jardín y un campo de maíz. Rincewind encontró la llave debajo del felpudo y,
una vez en el interior, encontró en la cocina a Albert, el criado de La
Muerte.

Albert no parecía muy convencido de que alguien como Rincewind pudiera
ocupar el lugar de su señor, y explicó que para poder ser aceptado como
sustituto de La Muerte se necesitaba un traje negro, una gran guadaña, una
voz cavernosa y un excelente talento como jinete.

Rincewind subió al piso de arriba y entró en la habitación donde se
guardaban los relojes de arena, que representaban el tiempo restante de los
habitantes de MundoDisco. Allí cogió un frasco de tinta, utilizó el cordón
para hacer sonar un timbre y se dirigió rápidamente a la cocina aprovechando
la ausencia de Albert, donde abrió la puerta del horno y cogió unos terrones
de azúcar y un trapo aceitoso. De regreso al hall cogió las cortinas que
colgaban de una de las ventanas y encontró una guadaña en el soporte de los
paraguas. Luego regresó al piso de arriba y visitó la habitación de Susan,
la niña que vivía en la casa de La Muerte, donde encontró un conejo de
peluche sobre la cama en cuyo interior había un pijama. Rincewind cogió un
ovillo de cuerda y bajó las escaleras hasta la biblioteca, situada frente a
la cocina. Allí encontró tres libros y descubrió que el del centro era el
suyo, el libro en el que se iban descubriendo todos los acontecimientos de
su vida.

Rincewind salió de la casa y se dirigió al establo dispuesto a demostrar sus
habilidades como jinete. Para ello cogió la cuerda, dio los terrones de
azúcar a Binky para ganarse su confianza, untó la silla de montar con
pegamento y, finalmente, colocó la silla en el caballo. El mayordomo Albert
tuvo que reconocer que Rincewind era capaz de cabalgar en el blanco corcel
de La Muerte, y dio por buena esa prueba.

Nuestro amigo visitó el jardín y encontró unas colmenas parecidas a las de
la Universidad. Allí encendió el trapo aceitoso con las cerillas, se colocó
el pijama para protegerse de las abejas y utilizó el trapo ardiendo en la
colmena para hacerlas huir, momento que aprovechó para llenar el azucarero
de miel y coger un poco de cera, que utilizó inmediatamente con el ovillo de
cuerda para fabricar una vela.

Luego se acercó al estanque, cogió la caña de pescar de uno de los gnomos,
arrojó la tinta al estanque y sumergió las cortinas en el mismo para
conseguir lo que podría imitar, perfectamente, el traje negro de La Muerte.
Luego se dirigió al extremo derecho hasta llegar al pozo, ató el azucarero
lleno de miel a la caña de pescar y utilizó la caña sobre los pequeños
puntos que se movían en el pozo –que resultaron ser almas de hormigas- para
atraparlas en el azucarero.

Susan se columpiaba alegremente en el centro del jardín. A su lado había un
carrito que llamó rápidamente la atención de Rincewind, el cual pidió a la
niña que se lo prestara, y cuando Susan pidió a cambio el libro de Rincewind
el mago se lo entregó sin ningún problema. Pero el contenido del libro
resultó ser demasiado personal y nuestro amigo no pudo permitir que la niña
siguiera leyendo, momento en el que Susan accedió a prestar el carrito a
cambio de una de las biografías que se guardaban en el nicho de la
biblioteca.

Rincewind regresó a la biblioteca, encendió la vela con las cerillas y la
introdujo en uno de sus bolsillos. A continuación abrió la puerta del nicho
con la llave, iluminó la habitación oscura con la vela y descubrió que una
de las tablillas de piedra estaba suelta y podía ser recogida.

Nuestro amigo entregó la tablilla a Susan y esta vez la niña no puso ninguna
pega para prestar su carrito.

Rincewind regresó a la casa, ató el boomerang a la cuerda y lo lanzó a la
chimenea de la casa. Luego trepó por la cuerda y habló por la chimenea para
demostrar a Albert que podía tener una verdadera voz cavernosa. Era el
momento de regresar a la cocina y mostrar a Albert la guadaña y el traje
negro que, junto con la voz cavernosa y el talento como jinete, eran todos
los requisitos necesarios para demostrar que podía realizar el trabajo de La
Muerte.

Pero Albert exigió que Rincewind demostrara que era capaz de utilizar la
guadaña, segando el césped antes de comenzar a cortar almas, así que con
ayuda de la guadaña y el carrito Rincewind construyó una máquina segadora
con la que hizo un bonito dibujo en el campo de maíz. Cuando Albert le pidió
que trajera cien almas, como prueba de su habilidad, Rincewind le entregó
las almas de las hormigas.

Acto IV: Hasta que la Muerte nos separe


Rincewind había demostrado tener todos los requisitos para sustituir a La
Muerte y decidió ponerse manos a la obra para terminar todo el trabajo
atrasado. Pero, desgraciadamente, a medida que Rincewind se parecía más a La
Muerte, ésta se hacía al mismo tiempo más mortal. Un importante empresario
aprovechó la debilidad de La Muerte para enviar un sicario con una potente
bomba que hizo explosión en uno de los innumerables actos en que La Muerte
se reunía con sus seguidores. La bomba no le hubiera hecho ni un rasguño en
condiciones normales, pero La Muerte no era la misma de antes y la explosión
la redujo a un montón de huesos. Rincewind no podía permitir que La Muerte
desapareciera.

En primer lugar encontró un corcho en el lugar de la explosión y, acto
seguido, regresó a Djelibeybi, donde esperó unos minutos hasta que vio
llegar a un anciano en un camello. Aprovechando su ausencia Rincewind
encontró una cantimplora en las alforjas del camello y colocó en su lugar el
brazo podrido, para no despertar sospechas. El anciano volvió a montar en su
camello y Rincewind lo siguió a prudente distancia hasta que se detuvo en la
Fuente de la Juventud. Una vez allí nuestro amigo colocó el corcho como
tapón y llenó el reloj de La Muerte con la arena que encontró en el fondo de
la fuente

Epílogo: Reina Kong


La Muerte estaba de nuevo en forma, y para celebrarlo se realizó la
proyección de una nueva película en el cine de Ankh-Morpork. Pero la reina
de los elfos salió de la pantalla a través de una de las imágenes
intercaladas en la película y, convertida en una gigantesca criatura de más
de ocho metros, atrapó al bibliotecario y trepó con él hasta una de las
torres.

Rincewind se reunió con los habitantes de MundoDisco al pie de la torre.
Allí se fijó en el cuervo y preguntó a Yaya Ceravieja si era capaz de
intercambiar su mente con la del ave. La bruja dejó caer su escoba, así que
Rincewind la cogió y habló con Escurridizo para comprarle unas vejigas que
los niños utilizaban como globos. Llenó las vejigas con el agua de la
cantimplora, las introdujo en uno de sus bolsillos y se puso a volar hacia
la torre con ayuda de la escoba. La gigantesca reina de los elfos intentó
deshacerse de Rincewind, pero éste arrojó sobre ella las vejigas llenas de
agua y consiguió hacerla caer poniendo punto final a tan increíble aventura.
  

Usuarios pueden comentar
[Biblioteca] Discworld 2 (MundoDisco 2) 
Artículo actualizado...Ryo Suzuki

Esta guía la tenía por aquí por el disco duro pendiente de ser publicada también.

La subo, a ver si la peino en un futuro con más imágenes y tal...




Re: [Biblioteca] Discworld 2 (MundoDisco 2) 
Anoto para añadir a la biblioteca.

Mundo Disco II es una de mis aventuras gráficas favoritos! Rincewind y su maletín son unos cachondos!




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